Sueños a la obra

Noviembre de estrés y malas noches, de twitters encarnados, de búsquedas y noticieros interminables. Hoy ya parados en una nueva semana, al parecer volvimos a dormir a horas adecuadas y a soltar el Twitter un poco. Ahora reímos un poquito más y recibimos más memes por whatsapp. Cuando ves que hay más memes que quejas en tu whatsapp es que sabes que todo va mejorando.

No banalizaré, sé que muchos aún seguimos vigilantes y es lo correcto. Y sumando un poquito de fe y positivismo aunque nos cueste, creo que estaremos mejor, así sea obligándonos a recordarlo todos los días y cada mañana.

Lo que rescato de todo esto (aunque es muy difícil, muy muy difícil) es que creo que muchos hemos decidido echarnos el país al hombro una vez más, haciendo lo que nos toca.

Sin ir más allá, contaré una pequeña historia aunque suene un poco tonta pero que para mi tiene mucho valor.

Iniciando el mes más complicado de este año, recordamos con mi esposo los sueños que teníamos en agenda para este año. Habíamos aplazado muchas decisiones, algunas las habíamos reemplazado tratando de encajar en la "nueva normalidad", pero este noviembre con las campañas navideñas empezando con fuerza, recordamos que un año atrás soñamos con tener un árbol de navidad real en nuestra casa, sí uno verde y con ramitas.

Desde que nos mudamos juntos él me construyó un arbolito de madera que colgábamos en la pared y yo decoraba con adornos raros o lo que iba recolectando por ahí. De hecho el primer árbol lo decoré con mis funko pop de Game of Thrones y bueno, fue evolucionando año a año para darle un poco de variedad. Mucho estilo, ¡A que sí!.

Y bueno, el año pasado antes de casarnos compramos un nuevo hogar, pero que tenía que tener muchas refacciones antes de poder ir a vivir ahí.

Como comentario pintoresco debido a la época en la que la compramos, nos prometimos que en el 2020 ya viviríamos en un nuevo hogar y por fin tendríamos un arbolito de navidad en 3D.

Claramente, como entenderán, ese sueño fue pospuesto con cada ampliación del estado de emergencia, hasta que un día ante tanta incertidumbre acumulada dejamos de contar los días.

Llegó noviembre y ver todos esos árboles hicieron que vuelva la pregunta: ¿nos arriesgamos?.

Y decidimos decir sí, hasta que llegaron las semanas que acabamos de vivir y volvimos a dudar. Frustración, miedo, indignación, pena, desilusión y muchos otros sentimientos que seguro compartimos querido lector. Dudamos nuevamente hasta que el sábado más duro del año decidimos dar el paso adelante sin importar el miedo, porque ESTE país se hace con lo que hacemos, no con lo que dejamos de hacer; y decidimos dar el GO.

Con mucho miedo y mucha emoción, hoy podemos decir que ya empezamos a remodelar nuestro nuevo hogar; que esperamos mudarnos en los próximos meses y que anhelamos que lo que sucedió el lunes posterior a nuestra decisión nos lleve a todos a un mejor Perú. Con miedo, pero adelante; con fe, pero con empuje, con valentía, pero también con empatía.

Mi conclusión de este pequeño espacio de mi historia, nuestra historia, es que nadie nos puede quitar nuestros sueños; menos personas que no lo merecen. Si nos llaman locos, que sea por una buena razón.

Así que saluden a mi nuevo arbolito con todos los adornos que fueron llenando cada nueva navidad con el arbolito de madera. El buen ojo de mi esposo (que no tiene un problema espacial como yo) hizo que encajara perfectamente en un ladito de nuestro depa y no en medio de la sala como lo había puesto yo (no me juzguen, no gateé de bebé).

Y bueno, aquí está, recordándonos que la pandemia nos pudo robar un año, pero nunca la voluntad de atraer nuestro sueño o parte de él a nuestras vidas.

Mi pequeño Ragnar se coló en la foto, menos mal que no lo ha marcado, si me dejo entender.

¡Muy respetuoso con nuestros sueños el buen Ragnar!

¡Buen miércoles! y sobre todo ¡buen y esperanzador resto de semana!